Friday, March 07, 2008

El oscuro mundo de la basura


Por: Mario Celis

¿A donde va nuestra basura? ¿es nuestro derecho deshacernos de ella y que el estado o alguién se haga cargo?
Para responder esta y otras interrogantes, hay que internarse en el oscuro mundo de la basura domiciliaria – o Residuos Sólidos Domiciliarios, como les gusta decir a los técnicos - con el fin de conocer que tipo de desechos producimos y que podemos hacer para disminuirlos.
Para insertarme a fondo en el problema, decidí arriesgarme y vivir una experiencia limite: Durante una semana depositaría mi basura en una bolsa individual, para luego explorar, calificar y cuantificar su contenido.

En siete días, tuve una abultada y jugosa bolsa que me deparaba un irrenunciable desafío investigativo. Premunido de un equipo especial, procedí a sumergirme en ella y palpar las especies que habitan este submundo.
Cuentas de multitiendas y bancotiendas. Envases de tetrapack de leche y sospechosos vinos. Botellas plásticas, envoltorios de nylon, cajas... Más abajo, latas y dos botellas quebradas. Mi bolsa era el reflejo fiel de quien, quizás inconscientemente, no confía en las campañas benéficas y dice tener conciencia ambiental, pero antes que una ciudad sin basura, prefiere una casa sin basura.

Increíblemente, los desechos que mas abundaban en mi bolsa eran cáscaras de frutas, de vegetales, restos de comida, etc. A pesar que mi refrigerador lució bastante vacío todo el mes.
Los residuos orgánicos corresponden al 50% del total de residuos domiciliarios. Casi un 20% de lo orgánico es posible convertirlo en compostaje para jardines, huertos o plazas. Es decir, la mitad de mi bolsa podría quedarse en mi jardín o dar vida a un parque público o a huertos para producir hortalizas en las poblaciones.

Lamentablemente, en Chile las plantas de compostaje municipales siguen siendo, por ahora un sueño, mientras que las posibilidades de reciclaje son ofrecidas, según los sistemas disponibles, diseñados obviamente, según criterios de negocio y no según las necesidades de la ciudad.
Modificar este criterio es de suma importancia, considerando los enormes volúmenes de basura que no logra ser reciclada, por no ser rentable.

Yo soy responsable de mis envases de bebida y hasta cerveza no retornable, pero ¿quién le dice basta, a la empresa que produce esas botellas tan bonitas y baratas que están por todos lados?

El mundo higiénico y ordenado en el que nos gusta vivir, sin hacernos responsables de lo que desechamos, tiene sus limites.
La recolección municipal, licitada a una empresa de aseo, cuesta un ojo de la cara, y la inversión de los municipios en este ítem, es más que desproporcionada. En algunas comunas de Santiago, alcanza sobre el 70% del presupuesto municipal.
El fétido olor de este negociado, me obligó a salir rápidamente de mi bolsa para respirar aire puro y preguntarme: ¿cuánto puede resistir este modelo de recolección, con un consumo tan acelerado y sin ninguna normativa sobre envases no reciclables ni biodegradables?

Mi comuna no tiene plan de reciclaje permanente. Las que lo tienen, venden su recolección a las empresas recuperadoras, que solo reciclan ciertos materiales.
El resto se acumula en los modernísimos rellenos sanitarios. Mientras tanto la producción de residuos domésticos no deja de aumentar.
Y que importa? Podrán decir muchos, en realidad nada, todo funciona según la lógica del producir, consumir y desechar. A alguien se le paga por hacerse cargo y punto.
Mientras no se cobre un impuesto por el kilo de basura, que cada chileno genera en promedio al día, nadie debería preocuparse.

Pero no nos alarmemos. Restringir la producción de basura, seria restringir el sobreconsumo, y nadie se atrevería a amenazar hoy en Chile, un valor tan sagrado.

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