Ecobarrial, Ecología Social en Chile
Voz de la Corporación Ecobarrial de Viña del Mar y Santiago de Chile. Temas de discusión , información y aprendizaje sobre Ecología Social. El Medio Ambiente visto desde las comunidades. En Chile y Latinoamerica. Experiencias, conflictos, soluciones y creatividad popular, con una visión integral con absoluta autonomía
Monday, June 12, 2023
Monday, September 28, 2020
Contaminación del aire de San Bernardo: Mapa de la calidad del aire en tiempo real.
Contaminación del aire de San Bernardo: Mapa de la calidad del aire en tiempo real.: ¿Cómo es el aire contaminado de hoy? Información sobre la contaminación del aire en tiempo real.
Tuesday, July 04, 2017
Friday, October 21, 2016
Thursday, October 20, 2016
Campaña de alimentación en barrios de San Bernardo
Como
parte de la Campaña local “No a los transgénicos, si a la soberanía alimentaria”,
Ecobarrial esta realizando pequeñas exposiciones en actividades vecinales en la
comuna de San Bernardo, donde se entrega información acerca de la alimentación
saludable y su conexión global con la producción industrializada de alimentos.
La primera fue en la Feria vecinal de Villa Maestranza de San Bernardo el de septiembre, donde se instaló un stand con paneles y se entregó información a los vecinos. La feria conto con la presencia de candidatos a las elecciones municipales de diferentes coaliciones.
El
sábado 8 de octubre se realizó una actividad de información alimentaria y
participación en la confección de un huerto orgánico en la Villa Amanecer de
Portales. La actividad surgió de la Junta de vecinos local y tuvo actividades
para niños y adultos del sector.
El
sábado 22 de Octubre se realizará otra iniciativa similar con una presentación
de teatro, abierta a todos los vecinos del sector de Nos, donde Ecobarrial
entregará información y montara una exposición más completa.
TRANSGENICOS y ALIMENTACIÓN SALUDABLE
El
Centro de Ecología social Ecobarrial, realizó durante septiembre y octubre una
campaña de promoción de la alimentación saludable y la soberanía alimentaria, contra
la producción de productos transgénicos.
La
campaña, ha sido organizada simultáneamente en varios países de Latinoamérica
por la red ecologista Tierra del Futuro, de la que Ecobarrial pertenece.
En
su versión en Chile se enfoca en los problemas que afectan a la producción y
consumo de alimentos en las comunas de nuestra Provincia de Maipo y los efectos
negativos de los alimentos transgénicos y su presencia en el consumo local.
La
presencia de alimentos transgénicos en Chile y especialmente en la Región
metropolitana esta también acompañada de una casi absoluta falta de información.
Los
contenidos de la campaña se focalizan en estudiantes, dirigentes sociales y
habitantes de zonas rurales. Con charlas y pequeñas exposiciones en Santiago,
San Bernardo y Buin en centros comunitarios, sedes sociales y establecimientos
educacionales.
Tuesday, June 21, 2016
Ecología Social
La ecología social, también denominada ecoanarquismo, es una escuela filosófica y una corriente política del ecologismo y del anarquismo, fundada por Murray Bookchin, que busca un manejo humanista del medio ambiente, y afirma que existe una relación holística entre los seres naturales, incluidos los seres humanos, que lleva a afirmar a los ecólogos sociales que el orden natural no necesita autoridades ni mando centralizado, sino que es descentralizado y en red. Eso significa que la naturaleza se autorregula y de igual forma pueden organizarse los humanos, que producen los problemas ambientales sólo cuando introducen procesos autoritarios en sus sociedades.
Propone una "sociedad ecológica", el desarrollo sostenible de la biotecnología, la tecnología adecuada y la arquitectura sustentable en lo técnico, y en lo político la gestación de instituciones libres, localistas e interconectadas en redes federativasbiorregionales, junto con una economía ecológica.
Jerarquias
La ecología social localiza los orígenes de la crisis ecológica específicamente en las relaciones de dominación entre las personas. La dominación sobre la naturaleza es vista como un producto de la dominación dentro de la sociedad, aunque esta dominación solo eleva las proporciones de la crisis bajo el orden capitalista-estatista vigente.
Monday, September 21, 2015
"Arriba los que luchan y no luchan" El Congreso de
Unificación Anarco Comunista C.U.A.C. de Chile y la apuesta libertaria en el
siglo XXI.
Entrevista a Mario Celis
(Publicada en la pagina del Centro de estudios Patricio
Ycaza de Ecuador)
cepyecuador / 1 week ago
Introducción.
Aproximadamente en el año 2007 cuando aún funcionaba la
Biblioteca Popular de la Casa del Obrero “Ateneo Libertario” en la ciudad de
Quito, recibimos por casualidad el Manifiesto Comunista Libertario de Georges
Fontenis, el envío provenía de una pequeña agrupación libertaria argentina que
había reeditado el manifiesto a partir de una traducción hecha en Chile. La
obra de Fontenis para quienes en esa época nos considerábamos anarquistas puros
e inmarcesibles, significó un puñetazo en la cara literalmente. Comprendimos en
ese momento, al calor de la inutilidad política que representaban nuestros
esfuerzos por “cambiar el mundo” mediante proyecciones de cine, conversatorios,
vínculos con tribus urbanas, circuitos de agrupaciones minúsculas sin ninguna
participación real en política, que estábamos en cualquier parte menos donde
esta se jugaba. En ese entonces la posibilidad desde el anarquismo ecuatoriano
para desarrollar un proyecto revolucionario serio era impensable. Meses después
de haber devorado el manifiesto, cuyo efecto desde aquel momento hasta el día
de hoy ha sido la ruptura con un sector grande pero políticamente
insignificante del anarquismo criollo, para quienes la acertada lectura de
Fontenis significaba stalinismo, ortodoxia, autoritarismo, etc., recibimos la
visita de un compañero de Chile. Dicha visita fue importante en la medida que
nos acercábamos a un intento, con sus limitaciones y aciertos, que buscaba
pensar el anarquismo en conexión con las luchas del pueblo, desde América
Latina. La motivación proveniente de la lectura de Fontenis como de la
experiencia chilena del Congreso de Unificación Anarco Comunista (CUAC), se
convirtieron en importantes referentes para al menos, en ese momento, sentarnos
a pensar “más enserio”. No encontrábamos en el anarquismo ecuatoriano con el
que nos identificábamos, extinto políticamente desde su primera batalla (el 15
de noviembre de 1922) y continuado por artistas, cantautores sin proyecto o
relevancia política en tanto alternativa orgánica, herramientas, experiencia o
referentes necesarios para afrontar la tarea de crear una organización
revolucionaria de carácter nacional. Evidentemente los años no pasan en vano,
de aquella generación de “viejos militantes” poco o nada queda, de hecho muchos
de quienes hasta hace algunos años nos identificábamos plenamente anarquistas
el contacto con los problemas reales del pueblo y sus organizaciones, así como
con lecturas de otros referentes y vertientes teóricas a las que no acudíamos
por miedo a “defraudar” a Bakunin (desde una lectura principista de este), ha
permitido que superemos visiones idealistas, voluntaristas y nada orgánicas tan
patentes de ese anarquismo con el que nos que asumíamos de forma religiosa y
necia. Ahora somos tan cercanos a Bakunin como a Marx, a Fontenis como a
Gramsci, a Makhno como a Öcalan, así como a pensadores contemporáneos y
procesos progresistas que se desarrollan alrededor del mundo. La presente
entrevista fue realizada durante 2014 y 2015, empezó en Santiago de Chile en el
mes de septiembre, junto a los actos y movilizaciones conmemorando el golpe
fascista del 11 de septiembre de 1973, y ha sido finalizada en este septiembre.
Recomendamos su lectura sin descuidar las críticas y observaciones, siempre
pertinentes, que se puedan realizar; refleja en muchos aspectos el debate
actual dentro de las filas libertarias de nuestro país, la necesidad de un
referente político de cobertura nacional, instancia que se hace posible hoy,
luego de tantos años y equivocaciones.
¡Por el socialismo y la libertad! ¡Arriba los que luchan y
los que no luchan!
Carlos Pazmiño.
Comencemos hablando sobre los orígenes del Congreso de Unificación Anarco
Comunista (CUAC) en Chile, ¿cómo fue que los anarquistas chilenos vieron la
necesidad de superar la idea de colectivo u organización voluntarista,
educacionista, contra cultural, hacia la organización política? ¿Qué es y cuál
es el rol de organización política anarquista?
Mario Celis. El panorama libertario en Chile en la década 90
presentaba un buen número de colectivos, que habían pasado de la contracultura,
a mostrarse en manifestaciones mapuche, e intentar armar algunas coordinadoras,
pero siempre todo sucumbía en la dispersión o en prácticas despolitizadas.
En 1998, varios grupos intentábamos levantar un centro
libertario en una casa ocupada en el centro de Santiago. Al fracasar ese
proyecto, se vuelve a la dinámica de colectivos y coordinadoras. Hasta que en
1999, las conversaciones entre algunos
grupos de Santiago, conectados también con grupos de Valparaíso y Concepción,
plantean unificar a los colectivos que estuvieran buscando organizarse
políticamente. Para eso se propone convocar a un congreso, un encuentro de
debate. Este encuentro se realiza en un sindicato y dura un día completo. Allí
se acuerda crear una organización con objetivos políticos, con la base teórica
del “Manifiesto Comunista Libertario” de George Fontenis.
Como necesitábamos un nombre, se decide usar provisoriamente
el nombre del congreso. La sigla que
formaba, demostraba muy poca seriedad. Muchos nos dijeron “suena como la
onomatopeya de un pato, tienen que cambiarlo”. Pero nos fuimos acostumbrando a
usarlo, porque nos daba risa, rompía con toda solemnidad y era provocador.
Finalmente quedo como el nombre oficial.
Hoy se puede entender como un reflejo de la época, del cambio de siglo.
Si lo lees completo, parece el nombre de una orgánica seria, al estilo de las
viejas uniones de salitreros, portuarios, zapateros o gráficos. Si lees solo la
sigla, es el espíritu bromista, desenfadado y descomprometido de los años 90.
Era la dualidad de un anarquismo joven, que se debatía entre ser o no ser; la
tradición o algo nuevo, lo individual o lo colectivo, coordinación flexible o
estructura reglamentada, voluntarismo o compromiso, iniciativas efímeras o practicas
permanentes.
Muy pronto la realidad nos obligó a escoger entre una de
ambas opciones, sin espacio para ambigüedades. Se necesitaba una organización
que definiera metas políticas, con un aparato operativo que funciono al
principio con comisiones y luego con frentes (trabajos en sectores sociales:
estudiantil, sindical, poblacional) y
comisiones al servicio de estos frentes. Sin sospechar que la construcción de
estos trabajos, sería fundamental para lo que vendría después. Y sin tampoco
tener todas las herramientas para enfrentar una época llena de incertidumbres,
en un entorno realmente jodido, con ninguna condición objetiva a la vista,
ningún referente cercano hacía atrás.
Carlos Pazmiño. El CUAC por los documentos que se puede
leer, muestra una estructura interna definida, organizada y planificada, con
comisiones y frentes específicos de desarrollo político. ¿Se puede decir que el
CUAC fue un esbozo de partido anarquista, cómo se pensó y funcionó la
estructura orgánica? ¿Cuáles fueron sus pros y contras?
Mario Celis. Nunca nos gustó hablar de partido, ni planeamos
esbozar un partido, que por lo demás era algo que provocaba gran rechazo,
incluso entre nosotros, y además era la peor acusación que los grupúsculos
contraculturales nos hacían. Para mi generación, el concepto estaba relacionado
al partido tradicional de izquierda, tan lleno de rigidez, autoritarismo,
clientelismo, de privilegios, machismo, etc. Nadie quería eso. Siempre se pensó
en una organización que siguiera la tradición del anarco comunismo, con
programa político y disciplina organizativa, muy lejos de un orden militar, más
bien basado en las responsabilidades auto – asumidas. Una organización que
decidiera junto a la gente, a la vez que, diera respuestas al adormecimiento de
las demandas sociales, que generara propuestas decididas, como fuerza visible,
con incidencia a nivel nacional. Pero había que rearmar al anarquismo chileno,
luego de un vacío de décadas y eso implicaba lograr un cierto orden, en el
disperso contexto libertario criollo. Al mismo tiempo nos exigíamos educar,
formar nuevos militantes, extendernos a otras ciudades y regiones,
relacionarnos con otras organizaciones, etc.
Era una mochila pesada. Por eso tuvimos que armar una
estructura sólida, disciplinada, muy operativa, porque además aún éramos pocos.
También se creó una mística muy fuerte. Algunos vieron esa estructura como un
terrible partido verticalista. Al principio para otros grupos de izquierda
(antes de ganarnos su respeto) éramos un montón de aficionados en política.
Esto último tal vez estaba más cerca de ser cierto. Nuestro amateurismo (sin
ingenuidad) era el reflejo del momento post dictatorial y precisamente una de
nuestras fortalezas, al estar construyendo todo a cada momento, exentos de dogmas, recetas o artimañas, propias de los
acomodos políticos.
Pero objetivamente nada llego a ser tan rígido, ni tampoco
tan laxo. Lo que existía era una disciplina organizativa, que no estaba hecha
para atentar contra la libertad de los militantes o para mezquindades. Sino para
organizar y reinsertar lo libertario. Aunque es cierto que en la etapa final,
algunos exageraron esa disciplina, afilaron su guillotina, provocando varios conflictos y retiro de
militantes.
El tema estructural siempre complica las cosas, cuando no se
tiene experiencia o no se profundizan los conceptos. En la época, la palabra
“estructura” provocaba rechazo en alguna gente, que la entendían – incluso hoy
la entienden – como contraria a la libertad. Pero curiosamente quienes son más
reacios a respetar el orden colectivo, suelen convertirse en los más severos
censuradores y centinelas de un orden represivo.
Finalmente, el aprendizaje fue que la disciplina no es
vigilancia, que debe estar basada en la confianza en el otro y en sí mismo.
Mientras que la ausencia de jerarquía requiere altos grados de compromiso y de
madurez individual y colectiva. Que es básico y posible, que nuestras
organizaciones tengan claridad de sus metas políticas y establezcan
internamente un orden libre. Eso hoy, creo es indiscutible.
Si eso es un partido, difiere mucho de los partidos que
conocemos…
Aunque podría llamarse así, cada organización debe definirlo
claramente de antemano. Teniendo claro que esa estructura, como sea que se
llame, no es para convertirse en una maquina electoral, ni para privilegios, ni
para reproducir la dominación, ni para crear una jerarquía encubierta, que
coarte las expresiones sociales o les joda la vida a sus miembros.
Creo sí, que cualquier organización libertaria que se
proponga cierta seriedad, debería definir una estructura organizativa, un
programa político, planes estratégicos, un calendario de actividades, un
sistema de parámetros de evaluación de logros, espacios territoriales y
transversales, un plan de recursos e infraestructura, un plan cultural, etc.
Eso solo para empezar a hablar en serio.
Carlos Pazmiño. El anarquismo, o más bien los anarquistas,
han dejado de pensar la política como un hecho concreto, dado y reproducido con
el pueblo, escudándose en la pureza
ideológica para no intervenir de forma efectiva en la sociedad, llevando a la
concepción política libertaria a enarbolar tácticas, estrategias, y enfoques
programáticos alejados de esta. En este sentido, ¿cómo pensó la política el
CUAC? ¿Cómo la definirías desde el anarquismo?
Mario Celis. Por
cierto el anarquismo es una ideología y práctica intrínsecamente audaz,
“entradora” y dicho en chileno “puntúa”. No en el sentido de ser más
incendiaria, sino en que convoca a penetrar donde nadie más podría, a construir
donde no hay nada, a dar pasos desconcertantes, a destrabar nudos, a lograr
avances contundentes. Y esto, claro que necesita de una estructura organizativa
dinámica, con ética, lucidez y disciplina férrea, que debe ser fraternal, pero
enérgica contra todo espejismo y todo elemento, que desvirtúe los
objetivos. No una maquina en constante
caza de brujas, sino una búsqueda de equilibrio. En el CUAC, desde un principio
existió esa búsqueda. La asamblea fue muy exigente con cada militante y enérgica
contra los saboteadores, que si los tuvimos.
Si el CUAC era vanguardia o no, daba lo mismo en el contexto
del Chile de la década 90, arribando al nuevo siglo, en que no pasaba nada nuevo. Con
organizaciones sociales agónicas, marginalizadas, y con discursos estancados,
que no daban cuenta de los temas de la ola globalizadora, como las
privatizaciones, los tratados, los abusos, la modernidad, los malls, una
transición eterna, una democracia frágil ante un pinochetismo que se negaba a
morir. Frente a esto, el CUAC apuesta en lo externo a mostrar abiertamente las
ideas de apartidismo, anticapitalismo, antiestatismo, junto a sus propuestas
(uso del asambleísmo, acción directa, vocerías, autonomía organizacional,
inserción y rearticulación social). También a exhibir una estética que toma
distancia de la santería simbólica de la izquierda, generando acciones novedosas de propaganda,
educación y cultura libertaria. Todo eso era llamativo y además eficaz. Así logra junto a otros grupos, sembrar una
semilla para los movimientos sociales que resurgirían en la siguiente década.
Sin embargo gran parte de la energía se invierte en
enfrentar las complejidades de su propia estructura orgánica, y los obstáculos
del mismo anarquismo. En neutralizar las posiciones que defendían el estilo de
vida, la pseudo rebeldía, el individualismo, la consigna sin sustento, la tribu
urbana, las repetidas e inconducentes charlas sobre el anarquismo del recuerdo,
(con mucha cerveza, mucho tallarín con salsa, mucha “tocata” punk rock, pero
poco contenido), la sacralización de la barricada, etc, etc.
Cuando CUAC se transforma en OCL (Organización Comunista
Libertaria), estos infantilismos, aunque con resistencia, se fueron eliminando.
La organización creció y maduró, descubriendo que al crear formas de
organización y estrategias adaptadas al aquí, hoy, podía convertirse en un
actor protagónico en la política del país.
Estas formas toman solidez con el trabajo en sectores poblacionales,
sindicales y luego el trabajo del FEL (Frente de estudiantes libertarios) en el
largo proceso del movimiento estudiantil. La presencia de nuevas organizaciones
libertarias, en constante mirada crítica, también enriquece el panorama en los años siguientes.
Carlos Pazmiño. El CUAC fue un referente para muchos
procesos organizativos en Latinoamérica y el mismo Chile, ¿cuál fue el alcance
de los documentos y la experiencia del CUAC? ¿Cómo medir, así sea empíricamente
su influencia?
Mario Celis. De alguna forma el CUAC sirvió como experiencia
motivadora, en el proceso del anarquismo ecuatoriano, peruano o boliviano tal
vez. Junto a un aprendizaje nuestro de las organizaciones de Argentina y
Brasil. Digo motivadora, pues no teníamos capacidad de acompañar más ni mejor
cada proceso, pero sin duda las organizaciones de cada país, trazaron sus
propios caminos, su propio anarquismo contemporáneo. En el Ecuador por ejemplo,
se dio un crecimiento reflexivo, una madurez, que aunque no cuajó en una
organización única a nivel nacional, comenzó a leer desde lo libertario los
procesos vertiginosos del país desde los 90 hasta hoy. Y aunque eran procesos muy diferentes a lo
que pasaba en Chile, el hecho de encontrarnos, de mostrar que existía una nueva
oportunidad para el anarquismo en Latinoamérica, ayudo a plantearse metas desde
nuestras realidades y crecer. Y claro,
es muy satisfactorio saber que nuestras visitas, charlas o
correspondencia con gente de otros países, aportaron en algo. Para nosotros fue muy enriquecedor, y
conocimos grandes personas.
También es una responsabilidad mantener este intercambio de
experiencias. Por eso nos hemos preocupado de difundir algunos textos de
entonces, junto con artículos o reflexiones posteriores que alguna gente del
CUAC y de OCL del período 2000, continuó escribiendo. Si todo eso es aún
material de consulta para diferentes compañeros latinoamericanos y las nuevas
generaciones en Chile, me parece bueno y necesario, porque algunos análisis y experiencias no
pierden actualidad y porque cada proceso actual puede volver a cero, si no hay
conciencia histórica.
Ahora, de mediciones empíricas tenemos poco o casi nada.
Hasta hoy, los trabajos de investigación o tesis disponibles, que analizan al
CUAC o experiencias posteriores, no profundizan lo suficiente sobre las
disyuntivas políticas de la época y como se repiten hoy. Incluso hay por ahí una tesis que cae en el
chisme sobre personas, dando a entender que el proceso del CUAC, giró más en
torno a conflictos personales que en torno a posturas políticas
contrapuestas. Como en todos lados, si
hubo discusiones personales, pero lo único importante es saber que defendíamos
políticamente.
Algunos de esos factores son medibles, a la espera que
nuestros compañeros egresados de las ciencias sociales, aporten en sistematizar
y crear indicadores para entender mejor que pasó. Por ejemplo, en la pugna en
pro y en contra de la inserción social: Quienes se oponían, indudablemente
defendían sus grupos de afinidad, sus tribus, su estilo de vida. Creo que
podría ser comprobable que de eso, no nació ninguna propuesta política
atendible, trascendente. Las obsesiones de esos grupos de afinidad eran en
cambio, el embrión de la dispersión “insurreccional” de la década 2000.
Para verificar esto, basta ver que ocurrió con esos grupos,
sus trabajos y sus miembros. Que ocurre hoy con los cientos de colectivos que
nacen con muerte súbita y se desvanecen.
Pero más aún, creo que es perfectamente cuantificable como
los trabajos durante este tiempo pasan de la tribu urbana a un mínimo trabajo
voluntarista y educacionista, (como los primeros preuniversitarios
populares) hasta lograr un trabajo reivindicativo
en sectores sociales.
También ha sido comprobable en el tiempo, que la creación de
frentes sociales no solo era necesaria, sino imprescindible. Solo la
profundización en temas reivindicativos clave, como educación, vivienda o
trabajo, daría al anarquismo chileno y Latinoamericano el impulso necesario
para su posterior y actual desarrollo. Aún más, nuestros métodos libertarios,
promovidos dentro del movimiento estudiantil, sindical y en las luchas por vivienda, conflictos ambientales o regionales,
se convertirían pocos años después, en el motor que impulsaría la irrupción de
estos movimientos en la década 2000.
Creo que hoy en la década 2010, es necesario medir los
impactos pasado y actuales, o seguiremos llevados por opiniones subjetivas de
cada cual. Alguien concentrado en un trabajo sectorial o territorial, así como
quien aporta con su trabajo intelectual, difícilmente tiene una vista
panorámica del proceso completo. Ser autocomplaciente al evaluar tu trabajo,
sin plazos definidos, sin metas, o querer inventar todo desde cero, son también
prácticas que suelen diluir todo avance.
Carlos Pazmiño. Ahora, en función de esta influencia y el
creciente despunte de lo libertario en Chile, ¿cómo valoras esto? ¿Qué hay del
CUAC en los libertarios chilenos de la segunda década del siglo XXI?
Mario Celis. Es innegable que desde el CUAC hasta hoy, se ha
legitimado un camino de construcción de organización, que va desde la idea
original de la inserción social, hasta las luchas por grandes transformaciones,
la coordinación entre diferentes sectores y sus luchas, la idea de
territorializar, la inclusión del feminismo, el ecologismo, etc. Aunque
posterior al periodo electoral de 2013, se producen mayores diferencias y
desviaciones hacia otras ideologías, el trabajo de las generaciones posteriores
al CUAC ha tenido en general, un desarrollo coherente con el planteamiento
inicial. Todo hasta ahora, se ha desarrollado más en lo estudiantil que en
otros sectores. Seguido de lo sindical. Pero aún sigue pendiente la construcción
de un trabajo localizado, barrial y en otros temas altamente sensibles como el
previsional, ambiental, la alimentación, o la salud. También en la dimensiones
que estos sectores tienen, como por ejemplo la problemática de género,
migración, o el acelerado envejecimiento de la población chilena.
Han pasado casi dos décadas y el perfil de militantes y
simpatizantes también se ha ampliado. Nuestra generación venía de estratos más
precarizados, inestabilidad que derivaba en una participación inconstante. El
ingreso de un gran contingente de estudiantes mejor preparados, de estratos
medios, ha diversificado el movimiento, le ha dado más capacidad y acceso a un
mejor análisis. Existe la intención de ampliarse a múltiples sectores, que creo
se dificulta por algunos de los obstáculos al desarrollo del anarquismo que
describimos en esa época del CUAC, y que
aún persisten, no solo en Chile.
El problema etario: La dificultad para abrirse más allá del
segmento juvenil que tienen las organizaciones libertarias (y quienes aún
padecen la adolescencia, en un cuerpo de adultos).
El problema identitario: La falta de una identidad
libertaria propia, local y de nuestra época, que deje atrás las prácticas de
las subculturas urbanas, de otras ideologías, de otros proyectos políticos.
El problema organizativo (falta aún creatividad y riqueza de
formas organizativas para dar respuestas a necesidades de la gente, esto va de
la mano con el problema de los recursos).
No me corresponde explayarme sobre el problema ideológico, ni
en las discrepancias que últimamente han separado orgánicas, porque se está
dando un debate profundo al respecto, y eso es muy positivo. Pero, claramente
no considero un avance que las organizaciones libertarias se alejen del
anarquismo para acercarse a posiciones de otros sectores.
Creo que entrar al juego electoral, en casos muy
específicos, deben ser estrategias a discutir, y no para tirarse el pelo, ni
dividirse. Oponerse a priori y tajantemente a participar en elecciones o
abstraerse de toda coyuntura con otros grupos, puede ser tan contraproducente
como aventurarse en una elección con un mal candidato, con pocas lealtades y
sin recursos. Jugar con fuego, requiere un análisis previo de todos, para que
después nadie llore o se pelee.
Sobre la actitud de las organizaciones anarco comunistas
frente a los llamados insurrecionalistas o devotos del caos, si creo que ha
existido una tibieza, cuando se ha guardado silencio o no se ha sido
suficientemente enérgico ante todos los episodios espontáneos o acciones
planificadas de irracionalidad violenta y despolitizada. Sólo demostrando una
clara ética libertaria, vamos a lograr una legitimidad permanente.
Sacudiéndonos cualquier ambigüedad vamos a poder mirar cara a cara a la gente.
Para que nadie, menos un trabajador o trabajadora, nos identifique con
prácticas como bombazos en el metro, o la lapidación de policías en una
marcha. Para que las aventuras de ningún
pseudo héroe, dañe los avances alcanzados. También veo muy complejo basar las luchas sociales en levantar
cíclicamente nuevos mártires, hay un círculo vicioso interminable en esa
lógica. Hay que cuidarse de la agresión del estado, evitar más muertes y exigir
justicia, pero nuestras consignas deben principalmente reflejar las demandas y
los caminos de construcción.
Carlos Pazmiño. ¿Por qué crees que el anarquismo ha pasado a
ocupar un lugar marginal en la izquierda? Por ejemplo en el debate sobre el
problema del poder y el Estado, el anarquismo responde acaloradamente “poder
popular y autogestión”, ¿no crees que se ha olvidado pensar estrictamente qué
formación económico social y política planificada y centralizada en la clase
trabajadora habrá de ocupar el lugar del Estado? En Ecuador como sabes, hemos
levantado una propuesta en construcción denominada Nueva Organización
Territorial de Autogobierno Popular (NOSTAP). A nosotros la respuesta
espontánea de poder popular y autogestión nos parece una cantaleta de primaria,
demasiado abstracta, que no dice nada en términos reales.
Mario Celis. No veo que como idea o fuerza política, el
anarquismo en Chile sea tan marginal en la izquierda, considerando que no va
quedando mucha izquierda y descartando a los sectores que alguna vez fueron de
izquierda y hoy prefieren llamarse progresistas. En el Chile de esta década,
las organizaciones libertarias han logrado un lugar en la izquierda política e
insertarse en varias luchas sociales importantes. Eso es un hecho, que algunos
años atrás era impensable. Han demostrado permanencia, capacidad de propuestas
y conducción en conflictos que parecen eternos.
La duda es cuanto se pueden sostener estas luchas, y si el movimiento
libertario puede mantener los espacios ganados y crecer. De seguro para esto no
podrá seguir dependiendo de las demandas estudiantiles o sindicales, ni solo de
las actuales organizaciones, deberá
ampliarse.
El retroceso de las reformas prometidas por Bachelet, ha
contribuido a estancar o diluir la efervescencia surgida el 2011 y el
movimiento social ha caído en un notorio desgaste. Veo que en esa coyuntura
actual, los sectores libertarios podrían ocupar un espacio mucho más
preponderante. Tanto como estructura, o estructuras políticas más sólidas, con
más recursos o como una cultura libertaria que penetre la cotidianeidad.
Y para eso, claro, se necesita una propuesta. Y esta propuesta requeriría de una audacia
mucho mayor que la que impulso al CUAC en los 90. La propuesta NOSTAP de Ecuador es muy
interesante y señala la posibilidad de escribir una orientación programática
práctica.
En el movimiento ecologista chileno de hace dos décadas,
logramos levantar propuestas político económicas. Basándonos en la Economía a
escala humana, los escritos de Johan Galtung, Murray Bookchin, etc. y
aplicándolas en comunidades con conflictos ambientales y en la red de Consejos
ecológicos comunales. Todo eso se diluyo por los quiebres y la ausencia de una
orgánica nacional representativa. Pero en las organizaciones libertarias
actuales, es posible hacer grandes debates y crear una propuesta sólida. Tal
vez por eso sigo creyendo en la construcción de una orgánica amplia de carácter
nacional. Tengo confianza en que se puede encontrar el camino hacia un programa
de unidad.
Las consignas del poder popular han contribuido a acercar
las ideas libertarias a otros sectores, pero pareciera que hoy se requiere algo
nuevo. Cuesta entender hoy un poder popular que no intente apoderarse por los
espacios cotidianos que otros manipulan, o de crear fuerzas paralelas. Pienso
en las juntas de vecinos, como brazos de los partidos, alcaldes y ministerios,
como meros canales de propaganda, de dadivas, beneficiarias de políticas
públicas, coludidas con privados que venden “operativos” de salud más barata, o
legitiman sus inversiones invasivas. Si
algún libertario se niega a entrar a las juntas de vecinos o instancias
similares, debe ser capaz de crear estructuras que disputen el espacio a ese
poder.
Sobre la autogestión, lo abstracto no es el concepto en sí,
sino como se usa, despojado de su sentido y de sus prácticas. Desde los 90 la
izquierda marxistoide más marginalizada, se apodero del concepto, desvirtuándolo como un sinónimo de
autofinanciamiento, de recolectar monedas, de resistir fantasiosamente la
precariedad de recursos. Ahora el término es de uso común, lo usan artistas o
empresarios con idéntico simplismo. Para
algunos es derechamente el gesto de rechazar todo recurso estatal, aunque
contradiga la lucha por derechos. Culturalmente, denota todavía un gran apego a
la marginalidad, autoimpuesta, impostada.
Muchos grupos se conforman con la carencia. Carencia de recursos, de
agenda, de militantes, de infraestructura, de métodos, etc. El trabajo se achica entonces, se termina
adaptando a estas carencias, pero no se reestructura, cuando no existen plazos
como elemento de un programa. Tal vez porque el término “gestionar”, se
entiende erróneamente como la acción de conseguir cosas, conseguir apoyos
diversos, recoger las sobras y no administrar. En la autogestión en cambio, se
administra, se conduce cooperativamente y por nosotros mismos un bien tangible,
un medio de producción, un trabajo organizativo.
Carlos Pazmiño. Finalmente y ya que hemos entrado en el debate sobre ser una
alternativa política real para el pueblo, ¿cómo piensas la capacidad de hacer
política desde el anarquismo, construir poder, acumular fuerzas y pelear por la
hegemonía en el movimiento popular?
Mario Celis. Actualmente pareciera ser que en el contexto
libertario chileno, ya no se puede postergar más ese debate. Acerca de cómo
crear un programa aterrizado, coherente. Dejando clara mi valoración de todos
los logros conseguidos, creo es posible avanzar en perspectivas que cuestionen
las actuales lógicas de lucha, descubriendo nuevas luces. Una de ellas es el
tema organizativo – productivo, donde comienza a aflorar un interesante camino
relativo a los espacios productivos. Es decir, la construcción de espacios en
territorios determinados, donde las organizaciones populares se apropien,
creen, recuperen o adecuen medios de producción que generen recursos y
desarrollo, en la lógica colectiva y/o comunitaria.
Desde el ecologismo social nuestro aporte con
Ecobarrial, ha sido explorar estas
posibilidades en sectores populares a través del tema alimentario y su relación
con huertos urbanos, huertos de cosecha rápida y constante, para espacios
reducidos. Superando la poética, el esoterismo y el elitismo, que tanto
acompaña al tema ambiental, hemos intentado durante la última década, llenar de
sentido político las acciones ecológicas a nivel barrial. Esto se relaciona con
esa exploración de nuevas prácticas populares, consistentemente osadas, que
señalaba antes.
En la llamada “revolución pinguina” del 2006, los
estudiantes secundarios chilenos, dieron varios de esos golpes desconcertantes
que son totalmente libertarios (a principios de la década 2000 muchos
dirigentes habían sido formados en el frente estudiantil del CUAC y OCL). La
audacia de tomarse los colegios y quedarse a vivir allí, obligar al gobierno a
dialogar con voceros, asambleas, o la
creatividad comunicacional para captar la atención de la prensa, etc. Sin estas
prácticas nada habría sucedido. Una muestra clara de que las prácticas hacen la
lucha. Con solo consignas no se llega a nada.
Creo que en el tema cultural, hay un impulso clave que
estaba en el Café Acracia, una práctica cultural del CUAC que hoy es
replicable. Se necesita re actualizar la matriz cultural del anarquismo actual,
crear una cultura libertaria que interprete la época que vivimos, que
establezca relaciones igualitarias, nuevas prácticas culturales (me refiero a
nuevos formatos que nos saquen de los imaginarios prestados de otras
realidades, de otras décadas, de otras ideologías). No podemos seguir pegados
en la peña, o en el acto que termina en rock o cumbia para universitarios.
Necesitamos formatos de carácter familiar, nuevas instancias de encuentro, de
lucha, de intercambio, expresiones artísticas políticas, Debemos salir de los
moldes culturales trillados. Necesitamos una creatividad que avive el
entusiasmo. No creo necesario aclarar que no hablo de ponerle peluca a la lucha
social, de volver todo postmoderno y estrambótico, menos aún de despolitizarlo
con globos o show populachero. Hablo de subvertir nuestros propios
anquilosamientos culturales.
En un incierto año 2015 en Chile, entre un clima de
descontento y descredito de los partidos, junto a la posibilidad de una nueva
constitución, hay un momento crucial para abordar un protagonismo mayor. No
creo que deba ser eludida la discusión sobre la nueva constitución, por
ejemplo.
Si la Concertación o Nueva Mayoría inventa “cabildos
ciudadanos” o debates manipulados para legitimar sus reformas cosméticas, las
organizaciones libertarias no pueden abstraerse del debate que involucra a todo
Chile. Solo por oponerse al reformismo, no se puede perder la ocasión de
debatir cómo acabar con las bases del estado subsidiario, del modelo de
Pinochet, que consagra a la propiedad por sobre las personas.
Confío en que existirá una nueva etapa orgánica y
programática donde no estarán solo
“arriba los que luchan”, sino que estarán también “arriba los que no
luchan”, “arriba los que apenas pueden luchar”. Sea por tiempo, por
desconocimiento, por edad, por movilidad reducida, por aislamiento de los
círculos políticos… Pensando en aquellos que parecen flojos, indolentes,
consumistas, incrédulos de todo, religiosos, individualistas, ignorantes,
aburguesados. Porque también a ellos y ellas, hoy se les tambalean sus
certezas, su orfandad de sentido crece, y en su búsqueda también pueden
entender e identificarse con las ideas libertarias. A todos ellos y ellas
podemos y debemos llegar.
(*) Mario Celis (San Bernardo, Chile, 1969) es ex –
militante y miembro del comité fundacional del CUAC
Actual coordinador del Centro de Ecología Social Ecobarrial
– Chile. Ha sido coordinador regional para Sudamérica de la red Ecologista
internacional “Tierra del Futuro”
Un artículo del autor sobre el CUAC en: La Organización
C.U.A.C. de Chile: Principales Aportes de su Teoría y Práctica.
Georges Fontenis “Manifiesto Comunista Libertario“.
Carlos Pazmiño. Investigador CEPY, licenciado en
Comunicación para el Desarrollo, estudiante de magíster en Sociología
FLACSO-Ecuador.