La nueva lucha de los "sin casa" en latinoamerica.

(las fotos corresponden a la Federación Uruguaya de Cooperativas de vivienda por Ayuda Mutua, organización que tambien integra un creciente movimiento de vivienda en Latinoamerica).
¿Si ellos pueden, por qué nosotros no?
[15/10/2002 - ACTA] El Movimiento de Ocupantes e Inquilinos, integrante de la CTA, es una organización que trabaja por una ciudad democrática y por la autogestión de la vivienda. Contamos aquí como aprendieron a ser solidarios y a luchar en común por la casa propia.
¿Por qué nosotros no?, se preguntó Leonor en 1994, cuando encontró por tercera vez al Movimiento de Ocupantes e Inquilinos (MOI). Las últimas dos veces, el Movimiento los había ayudado a frenar el desalojo de la casa que ocupaban en Perú y Avenida Independencia. Eran 23 familias que corrían el riesgo de quedarse en la calle. Pero para adquirir la vivienda a través de la autogestión había que organizarse. Leonor había viajado desde Salta a Buenos Aires en 1987. Viajó persiguiendo un sueño, como su amiga se lo había prometido. “Vine con Leila, mi hija. Paramos en la casa de mi amiga, pero era una situación muy rara: no teníamos ni agua, ni luz y no había puertas. Ella me decía que no hable con nadie, que siempre siga directo para casa, algo pasaba pero no llegaba a darme cuenta qué”, explica Leonor echándole la culpa a su ingenuidad. El día en que la policía los fue a desalojar, ella develó su intriga: “La casa era del Gobierno de la Ciudad”. Miles de familias viven hoy en casas ocupadas, terrenos fiscales, habitaciones subvencionadas o, sin otra salida, en la calle.

En la ciudad de Buenos Aires se calcula unos 150.000 edificios abandonados, 400.000 personas con una demanda habitacional crítica y 12.000 inmuebles ocupados en los barrios de San Telmo, Monserrat, Constitución y La Boca. Para el MOI la solución pasa por la construcción de políticas populares de hábitat que unan la existencia física con la demanda social. “La inexistencia de políticas para dar respuesta a las necesidades de hábitat de los sectores populares es parte de este modelo generador de altísima concentración de la riqueza, que tiene como contracara un acelerado desarrollo de la miseria en nuestra población latinoamericana”, explica Néstor Jeifetz, arquitecto, urbanista y presidente del MOI.
Las mujeres del edificio estaban cansadas de esa situación.Cuando en 1994, Leonor se encontró por tercera vez con Néstor Jeifetz, el representante del MOI le contó que 39 familias de dos edificios tomados (Azopardo 920-Cooperativa La Unión, y Yatay 435-Cooperativa Yatay) ya se habían organizado para la compra del espacio ocupado. Leonor se preguntó: ¿si ellos van a tener su casa, por qué nosotros no?Entonces, comenzó a armar una pre-cooperativa junto a otras mujeres para adquirir el edificio, remodelarlo y habitarlo dignamente. Otros habían podido y existía un movimiento de personas que le ofrecía acompañarla en el proceso.
El MOI tiene unos doce años de vida. “Los profesionales al igual que los cooperativistas, estamos comprometidos en la construcción de la organización social y la pelea por el derecho a una ciudad democrática, sin expulsores ni expulsados”, explica la socióloga e integrante del MOI y de la FTV, Carla Rodríguez.
Esta organización social territorial construye estrategias para desarrollar proyectos de hábitat popular. En la actualidad nuclea a siete cooperativas y varias pre-cooperativas en formación. Su eje se basa en la autogestión y la propiedad colectiva. “Es entender que sólo a partir de nuestra participación cotidiana y lucha colectiva es posible un verdadero cambio social”, explica Rodríguez.
Como organización social, el MOI participó de la creación del artículo 31 de la Constitución de la Ciudad de Buenos Aires en 1996: “La Ciudad reconoce el derecho a una vivienda digna y a su hábitat adecuado. Para ello: Auspicia la incorporación de los inmuebles ociosos, promueve los planes autogestionados, la integración urbanística y social de los pobladores marginados, la recuperación de las viviendas precarias y la regularización dominial y catastral con criterios de radicación definitiva”.Toda la experiencia anterior se canalizó en la creación, en 1999, de una Mesa de Trabajo con la Comisión de Vivienda de la Legislatura que dio lugar a la primera ley de autogestión de la ciudad de Buenos Aires: la Ley 341, promulgada en abril del 2000. Esta ley permite que las organizaciones sociales (cooperativas, mutuales, asociaciones civiles) manejen los recursos del Estado para consolidar el derecho a la ciudad a través de la compra de edificios y ganar el derecho a la vivienda a través de su transformación en conjuntos habitacionales.

La cooperativa La Fábrica, por ejemplo, localizó y pudo adquirir un viejo edificio en el barrio de Barracas.
Ser un cooperativista implica la participación, el compromiso al pago de una cuota mensual para el ahorro y una conducta solidaria”.
Leonor, Elizabeth y Rubén Blanco pasaron por la Guardia. Blanco es delegado sindical de APA (Asociación del Personal Aeronáutico) en Ezeiza y hace unos años tuvo la oportunidad de participar de un seminario en Uruguay organizado por la Federación Uruguaya de Cooperación para la Vivienda Autogestionada. “La FUCVAM es el modelo generalizado en Latinoamérica respecto de la vivienda de propiedad colectiva y autogestionaria. Empezaron hace 30 años con 20 cooperativas y hoy en día ascienden a 300 cooperativas. Han construido más de 20.000 viviendas.
Eliminando la ganancia empresarial, la cooperativa pudo construir a costos muy inferiores a los de mercado y a los de proyectos gubernamentales. La Unión construyó con un costo de 190 dólares por metro cuadrado en la zona de Puerto Madero, mientras que el valor con que se resolvía la ejecución del conjuntos habitacionales por licitación empresarial en 1998 ascendía a 750 dólares el metro cuadrado.
Gisela Busaniche